LA EDITORIAL

La editorial EdaLibros

Ediciones De Aquí, nuestro nombre de pila hasta que no hace
mucho lo abreviamos para adecuarlo a estos siglos de siglas, como
diría Dámaso Alonso, la fundaron Fernando Mateo y Francisco
Javier Torres en 2001 en Benalmádena.

Fernando Mateo es maestro encuadernador, restaura libros
antiguos y algunas joyas bibliográficas han pasado por sus manos,
las tiene prodigiosas para esos menesteres. De vez en cuando
encuaderna un puñado de hojas en blanco y las vende en su taller
a la gente que tiene algo que decirse.

Francisco Javier Torres, por su parte, siempre (bueno, casi siempre)
ha andado en el empeño de embadurnar de negro páginas en
blanco, con sus propias letras o con las de otros. Siempre (bueno,
casi) ha andado entre los maestros impresores malagueños (los
hermanos Andrade, Rafael León, Salvador López Becerra, Rafael
Inglada), esos que hacían los famosos “papelitos malagueños”
como los llamaba Luis Antonio de Villena, fascinado por sus juegos
tipográficos y su elegancia editora (que viene, por cierto, de Emilio
Prados y Manuel Altolaguirre, fundadores ambos, como saben,
de una gran tradición impresora en Málaga que continuó luego
el ínclito Bernabé Fernández Canivell). De manera que aquellas
páginas en blanco y estas letras dieron naturalmente en unirse
en una aventura (que no otra cosa es esto de adentrarse en el
proceloso mundo editorial) que persiste sobre todo, como no se le
escapará a nadie, por las ganas que se ponen.

EDAlibros no pública demasiados libros al año, entre otras cosas
porque no es una potencia económica, pero también porque
no desea inundar las librerías, bastante inundadas ya, dicho sea
de paso, con cientos, si no miles, de subproductos literarios. Lo
nuestro no es la producción industrial seriada. Cada libro que
publicamos es el único y le prestamos toda nuestra atención y
nuestro cuidado. Una especie de suicidio es esto, no se nos escapa,
pero es que fundamentalmente somos creyentes en la literatura,
no mercaderes de libros, los lectores, los buenos lectores
entenderán esto perfectamente. Somos muy creyentes, pues.

Nuestro santoral lo puebla una serie de nombres a los que nos
encomendamos con devoción: creemos en San Cyril Connolly
el cínico, en San Ives Bonnefoy el simbólico, en San Marcelo
Schwob , el otro Marcelo, como lo llama Luis Alberto de Cuenca
en algún poema, en San Antonio Gamoneda, tal vez el último
poeta trascendente, en San Jorge Luis Borges por supuesto, uno
de nuestros ángeles mayores, en San Italo Calvino y en algunos
poemas de amor de San Pedro Salinas. Creemos también en San
Marcel Duchamp y en las madonnas de San Giovanni Bellini y
hasta en San Joseph Beuys. En el divino Marqués, por supuesto, y
en su mentor San George Bataille.

Y no podemos dejar de creer después de todo en que un buen
día se nos aparezca el Señor Philips Roth hecho hombre y nos
deje un libro exento de derechos de autor que nos librará de las
tinieblas. Creemos en fin en los mensajes SMS, en la investigación
con células madre y en las inusitadas posibilidades que nos ofrece
la nanotecnología y la biociencia. Y en un mundo paradójico pero
sin violencia también creemos, y así nos va, pero ese es otro tema.
Nos interesa, y concluimos ya esta pequeña presentación, la
Literatura, así, con mayúscula, y el libro, claro, como objeto bello.
Una editorial, pues, para lectores (y escritores también, claro, que
deben mandarnos sus originales) como usted, que diría aquel
ínclito Pedro Erquicia.

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